El escritor comprometido según el filósofo Jean-Paul Sartre

 




Por Catalina Núñez Saballa

Jean-Paul Sartre (1905-1980) nació y murió en París, Francia. En 1964 fue galardonado con el Premio Nobel de literatura, pero lo rechazó. Sartre es el puente entre las dos guerras y la posguerra, y sus obras posteriores a La Náusea se enfocan en el “compromiso”. Durante muchos años Sartre ha sido considerado el escritor intelectual por excelencia, generando un gran impacto en el campo intelectual y en la conciencia de sus contemporáneos. Sartre fue sin duda el intelectual más popular de su tiempo, y el símbolo y espíritu de un país completo. El pensamiento que representó, el existencialismo se convirtió en el acontecimiento filosófico y literario más importante de la segunda posguerra y, ante todo, fue considerado como una ideología que expresaba el espíritu de una época.

Lo más significativo de Sartre es quizás la forma en la cual su propia existencia se hace pensamiento y su pensamiento, luego, se hace palabra. En él, surge la imposibilidad de separar las ideas de la vida, o de hablar de la propia vida sin referirse a sus obras. Es justamente esta articulación la que lo hace “único e incomparable, convirtiéndolo en el intelectual absoluto de su época” (Uribe, 2006).

La vida cambió para este pensador cuando recibió su hoja de movilización de la guerra en 1939, en donde comprendió que él era un ser social, lo que lo llevo a transitar del individualismo al existencialismo. Conforme al pensamiento de Sartre, el escritor debe aceptar su época y no perderse en ella, pues no es posible evadirla, aún si decide callar, es el escritor el que debe darse cuenta de que todo escrito posee un sentido y así abrazar a su época.

Para Sartre la literatura es, ante todo, un medio de comunicación a través del cual el escritor transmite su visión del mundo a sus contemporáneos. Según la concepción sartreana, la vida y la escritura son la misma cosa, “no porque el arte salve la vida, sino por que la vida se expresa en empresas y la empresa del escritor es escribir” (Sartre, 1950). Es imposible separar al hombre de su mundo, y es por aquello que concebía a la literatura, por sobre todo, como aquel mecanismo a través del cual un hombre adquiere la responsabilidad de revelación del mundo.

Esto quiere decir que, a pesar de que es inevitable en la literatura hablar de sí mismo como un personaje subjetivo, el escritor no sólo debe rendir cuentas de su mundo interior, sino también de la manera en la cual se le presenta el mundo objetivo. En resumidas cuentas, la experiencia del autor debe ser transformada, mediante la escritura, en una toma de conciencia de los problemas sociales y políticos de su época. Ahora bien, la tarea precisa del escritor es el intento de compresión de la realidad concreta y viviente, y comunicarla a sus contemporáneos con la finalidad de contribuir a una toma de partido, por parte del lector, en contra de las injusticias. En resumidas cuentas, no se trata de una simple tarea crítica, sino de un trabajo consecutivo, pues para Sartre la misma percepción es acción, y mostrar el mundo es revelarlo en la perspectiva de un cambio posible.

Según las mismas palabras de Sartre:

“El escritor comprometido sabe que la palabra es acción, sabe que revelar es cambiar y que no es posible revelar sin proponerse el cambio. Ha abandonado el sueño imposible de hacer una pintura imparcial de la sociedad y la condición humana. EI hombre es el ser ... que no puede ni ver una situaci6n sin cambiarla. pues su mirada coagula, destruye, esculpe o, como hace la eternidad, cambia el objeto en sí mismo, Es en el amor, en el odio, en la colera, en el miedo, en la alegría, en la inclinación, en la admiración, en la esperanza y en la desesperación como el hombre y el mundo se revelan en su verdad” (Sartre, p. 56-57).

El hombre es un ser histórico al cual no le es posible escapar de la subjetividad de su época, por ende, la literatura comprometida responde además a circunstancias especiales en un momento histórico determinado. Además, la proyección política constituye una dimensión inherente al universo sartreano, y por ello se le considera como un elemento esencial del mundo. Por añadidura, se debe mencionar que las obras literarias y teatrales son las que representan por excelencia la forma dramatizada del escritor con la historia, esto es, una puesta en escena de su ideología. A través de sus personajes, los cuales se encuentran situados explícita o implícitamente en el momento histórico en el que él vivía.

Pero, ¿por qué para Sartre el escritor debe cambiar al mundo?

Según este pensador, el compromiso está estrechamente relacionado con el hecho de que el escritor debe entender la situación su época, pues cada palabra y casa silencio poseen representaciones, por ende, el verdadero compromiso comienza después de la guerra. Esto se debe a que el mundo Occidental es un tejido enmarañado de mentiras, puesto que el capitalismo le da prioridad al crecimiento económico, aparentando una democracia en donde la libertad y la igualdad son los valores supremos. De esta manera, el cambio de la sociedad pasaría de forma directa por un cambio de vínculos económicos entre individuos (Gallegos de Dios, 2021).

Ahora bien, ¿qué sucede con el arte y la prosa?

Sartre se refiere a ellas con algunas afinidades un poco incomodas, indicando que el prosista escribe, es cierto, y el poeta escribe también, pero entre aquellos dos actos de escribir no hay nada más en común que el movimiento de la mano que traza las letras. El fin de la literatura en prosa es comunicar, mientras que el pintor, por ejemplo, no quiere trazar signos sobre su tela, sino que posee toda la intencionalidad de crear una cosa. “En el ser y la nada, la conciencia del propio cuerpo es comparada con la conciencia del signo”. O sea, si, por un lado, pensar es actuar y, por otro lado, la escritura se ha vuelvo, según este pensador, una forma de comunicación tan espontanea como el lenguaje oral, al momento de comprometerse el prosista no se encuentra arbitrando ningún principio, sino que está cumpliendo a su manera una lógica de consecuencias (Rius, 2007).

Ahora bien, el acto de decir algo implica desde ya una modificación, es justamente por ello que el escritor debe asumir su responsabilidad en este acto. Sartre se expresa en estos términos para referirse a la poesía:

“La palabra poética es un microcosmos… y cuando el poeta pone juntos varios de estos microcosmos, actúa como el pintor que reúne colores en el lienzo; se dirá que el poeta esta componiendo una frase, pero esto no es mas que apariencia, esta creando un objeto, las palabras-cosas se agrupan por asociaciones mágicas de conveniencia e inconveniencia, como los colores y los sonidos; se atraen y rechazan, se queman y su asociación compone una verdadera unidad poética que es la frase objeto”. (Sartre, 1950)

Por otro lado, el teatro muestra que la palabra por sí sola es insuficiente, ya que se ve obligada a añadir a la palabra poética, la cual Sartre denomina “el gesto”. El teatro es por sí mismo crítico y autocritico, una reflexión en la que es posible mirarnos como en un espejo y convertir nuestra acción en un gesto con la finalidad de abstraerlo por un momento de la realidad y poder asumirlo más lucidamente.

En definitiva, Sartre indica qué son los prosistas los que más comprometidos deben estar con la escritura, puesto que deben comprender que revelar es cambiar y que no es posible revelar sin proponerse el cambio. Esta revelación trae consigo la suma de todas las responsabilidades que los hombres deben asumir, función se ve reflejada en la técnica del escritor, la cual consiste en obrar de tal modo que nadie pueda ignorar el mundo y que nadie pueda ante el mundo decirse inocente.

El escritor ha optado por revelar un aspecto del mundo, y especialmente, el hombre a los demás hombres, para que ellos asuman sus responsabilidades. Es justamente por ello que al escritor se le exige un compromiso, pues tiene en sus manos la posibilidad y la responsabilidad de develar un aspecto del mundo y el poder para crear un cambio en él.

Este ensayo ha permitido reconocer lo más autentico y rescatable de la postura filosófica de Jean-Paul Sartre. Es importantísimo realizar una reevaluación de lo escrito, puesto que su pensamiento y su compromiso ha tenido gran peso en la sociedad y en la cultura, pues, contemporáneo o no, Jean-Paul Sartre sigue siendo la figura más emblemática del intelectual comprometido y el filosofo de la libertad por excelencia. La obra sartreana no ha dejado de ser, en ningún momento, un punto de referencia teórico, pues muchos de los problemas que este filósofo plantea siguen vigentes en la actualidad y poseen una profunda repercusión existencial e histórica.

Pero, de todas maneras, es necesario estudiar su obra debe ser estudiada en su conjunto, pues es necesario restituirla en su complejidad con el gin de tener una noción del movimiento de su pensamiento filosófico a partir de todas las situaciones que debió enfrentar y que le hicieron evolucionar hasta llegar a ser lo que fue. No obstante, este primer acercamiento a Sartre destaca sus escritos orientados a la política y la libertad y por, sobre todo, a la responsabilidad que poseen todos los hombres para/con el mundo que les rodea.

Bibliografía

Uribe Merino, Catalina. (2006). Sartre y la figura del intelectual comprometido. Ciencia Política N° 2. Universidad Nacional de Colombia. Medellín, Colombia. P. 30-57.

Sartre, Jean-Paul. (1950). ¿Qué es la literatura? [Situaciones, II]. Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina. P.36-76.

Gallegos de Dios, Osbaldo. (2021). Compromiso intelectual, de Sartre a Chomsky, y su influencia en América Latina. Espiral Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. XXVIII N° 81. P. 44-50.

Rius, Mercé. (2007). Adorno y Sartre: la estética del compromiso. Daimon. Revista de Filosofía, N° 41. P. 91-104.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nomofobia, una patología que afecta a la población joven

Gadamer sobre el círculo de la comprensión