Heidegger y su hermenéutica de la facticidad
Por Catalina Núñez Saballa
La hermenéutica posee una
larga historia vinculada a la interpretación de textos religiosos, literarios,
históricos y jurídicos. En la primera mitad del siglo XIX, Schleiermacher se da
la tarea de elaborar una teoría general de la compresión independientemente de
la teología y de otros ámbitos específicos de aplicación. De este modo, e
inspirado en Schleiermacher, Guillermo Dilthey desarrolla, en el siguiente
siglo, una hermenéutica filosófica que se propone aportar el fundamento
gnoseológico a las ciencias del espíritu. Pero es Martín Heidegger quien da el
paso decisivo desde una hermenéutica que asume una tarea particular de la
filosofía hacia una filosofía propiamente hermenéutica, puesto que es él quien
se hace cargo del fenómeno de la comprensión como algo más que una mera forma
de conocimiento o un sistema de reglas estrictamente metodológicas (León, 2012).
El pensamiento de
Heidegger se desarrolla a partir de la discusión con dos corrientes filosóficas
presentes durante las primeras décadas del siglo XX, el neokantismo, el cual se
centra en la reflexión acerca de la lógica, la teoría del conocimiento y de los
valores, incluyendo también el vitalismo de Nietzsche, Bergson y Dilthey. Respecto
a esto, se vislumbra tempranamente que Heidegger manifiesta una clara
preferencia por la filosofía de la vida, pues le parece que ésta responde mejor
a la crisis espiritual presente en su tiempo, teniendo en cuenta que Heidegger
es un alemán presente en la Primera Guerra Mundial.
Se denomina “fáctico”
a aquello que “es”, articulándose por sí mismo sobre un carácter de ser,
el cual es de ese modo. El ser jamás tendrá por objeto posible un
tener, ya que lo que le importa es siempre él mismo, es decir, el ser.
Además, el ser no puede ser tocado ni ser objeto, en ningún caso, de la
intuición o de la posesión de conocimientos, puesto que el existir está aquí
para sí mismo en el cómo de su ser más propio, ante lo cual despeja y
delimita, concretándolo de este modo, en el “aquí” posible en cada
ocasión (Heidegger, 1999, p. 20).
De este modo, es que la
hermenéutica en el texto de Heidegger hace uso de su significado originario, el
cual quiere decir: determinada unidad en la realización del comunicar, es
decir, del interpretar que lleva al encuentro, visión, manejo y concepto de la
facticidad. (Heidegger, 1999, p. 32)
Heidegger opta por el
significado originario de la voz, aunque en el fondo le resulte insuficiente,
no obstante, hace destacar algunos elementos que resultan eficaces en la
exploración de la facticidad. Con respecto a su “objeto”, la hermenéutica
indica que dicho objeto está totalmente capacitado para la
interpretación y, por ende, necesitado de ella, todo esto debido a que es
inherente a su ser el estar de algún modo ya interpretado.
La propia labor de la hermenéutica es hacer el
existir propio accesible en su carácter de ser al existir mismo, de comunicárselo,
de intentar aclarar esa alienación de sí mismo, del cual está afectado el
existir. Es precisamente por esto que en
la hermenéutica se configura para el existir una posibilidad de llegar a
entenderse y a través de esto, ser finalmente ese entender. El entender que se
origina en la interpretación no tiene nada que ver con lo que generalmente se
denomina entender, no es un actuar con intencionalidad, sino que es un cómo
del existir mismo, porque la hermenéutica no es un análisis movido por la
curiosidad, puesto que, si consideramos la propia facticidad, es así como debe
determinarse cuándo y hasta qué punto esta facticidad pide la
interpretación propuesta. (Heidegger, 1999, p.32)
De este modo, Heidegger indica que la relación
entre la hermenéutica y la facticidad no es la que se da entre la aprehensión
de un objeto y el objeto aprehendido, sino que es más bien el interpretar mismo
como un posible distintivo del carácter de ser de la facticidad. Por lo tanto,
la interpretación es algo cuyo ser es el del propio vivir fáctico.
La unidad de ser
que se indica entre la hermenéutica y su objeto sitúa la iniciación,
realización y apropiación de la hermenéutica temporalmente antes, lo cual
conlleva que aquel ser se ha tocado y, fácticamente, incluye también la
puesta en obra de toda ciencia. Queda claro, en palabras de éste filosofo
entonces, que el tema de la investigación hermenéutica es en cada ocasión el
existir propio, encargándose de cuestionar, justamente por ser hermenéutico,
acerca de su carácter de ser en vistas de lograr configurar una atención
hacia sí mismo bien arraigada. El ser del vivir fáctico se esmera en qué
es en el cómo del ser posible de ser él mismo. Ante esto, la
posibilidad más propia de sí mismo en que el ser existe y es sin
que esté aquí se denomina existencia. Respecto a esto, los conceptos que
tengan su origen en esta explicación se denominan existenciarios. (Heidegger,
1999, p. 34)
Un concepto no es un
esquema, sino una posibilidad de ser del momento, es decir, que se
constituye en aquel momento. Un concepto muestra el haber previo, lo cual
quiere decir que se transpone a la experiencia fundamental, muestra la
conceptuación previa. Los conceptos fundamentales no son añadidos posteriores,
sino que son motivos conductores, lo cual quiere decir que a su manera poseen un
existir en sus propias manos.
Heidegger también analiza
que el haber previo no puede estar presente de modo temático como objeto
de un relato directo completo, dado que es precisamente ésta la señal de su
carácter de ser. Esto conlleva a
explicar el carácter de ser-posible. Éste ser-posible es
un ser posible concreto, el cual varía prácticamente según la situación
a la cual va dirigido en cada ocasión el cuestionar hermenéutico. Por lo tanto,
el haber previo no es algo que se elija por mero capricho.
Algo que está en
constante cuestionamiento en el parágrafo 3 de la Hermenéutica de la
Facticidad de Martin Heidegger y qué es parte fundamental de la
hermenéutica es el objeto, el cual siempre se encuentra en la mira. Como objeto
se entiende que el existir está solo en sí mismo. Este modo de ser de la
hermenéutica no se trata de evitarlo ni de manipularlo, sustituyéndolo
artificiosamente, hay que tomarlo decididamente en cuenta. Esto significa que
hay que tomar el adelantarse de la marca en el modo único en el cual se le
puede tomar. Este adelantarse no supone
llegar a término, sino precisamente en tomar en cuenta el estar en marcha,
dejarle el paso libre o abrirle camino conservando el ser posible.
A la hermenéutica lo
primero que le corresponde configurar es la posición desde la cual pueda ser
posible preguntar o cuestionarse de modo radical sin dejarse llevar por la idea
tradicional de hombre. Además, la interpretación parte desde la actualidad, lo
cual quiere decir que proviene de un determinado entendimiento normal a partir
del cual vive y al cual responde la filosofía. Respecto a esto, Heidegger
indica que el uno posee algo que es verdaderamente positivo en cuanto a
un cómo del existir fáctico. Esto se
debe precisamente a que el dominio del emprendimiento fáctico no es algo que se
pueda calcular de antemano ni en ninguna otra ocasión. Esto es porque la hermenéutica se encarga de
apostarse en la situación y desde ahí posibilitar el entender.
En este entender hermenéutico no se da cabida
a ninguna generalidad, y en el caso de que esto sucediera, una hermenéutica que
se entiende sí misma y que entiende su cometido se vería obligada a tomar
distancia de ellos y volver la atención sobre el existir fáctico del momento.
Debe quedar claro que la
hermenéutica no tiene por objetivo la posesión de conocimientos, sino que se dedica
a presentarnos un conocer existencial, lo cual corresponde a un ser. La hermenéutica nos habla desde lo ya-interpretado
y para lo ya-interpretado.
La puesta en marcha de la
hermenéutica no puede ser un invento ni tampoco algo que se posea de modo
definitivo, sino que debe surgir y brotar de una experiencia fundamental, la cual en el caso de Heidegger, es a partir
de un estar despierto de carácter filosófico, lo que quiere decir que se
está activo en una auto-interpretación originaria que la filosofía se ha
dado a sí misma, constituyendo en esa interpretación una posibilidad decisiva
para que el existir se encuentre consigo mismo, y por ende, aparezca ante sí
mismo. Esta hermenéutica no es ella misma filosofía, sino que ocupa un lugar
dentro del cuadro de las tareas de la filosofía, pero es un problema posterior
y al cual el autor no da mucha relevancia en el parágrafo tres.
En síntesis, el método
queda definido por el tema mismo, y ese tema corresponde a la vida fáctica. Las
lecciones de Heidegger se inauguran en una actividad académica en pleno periodo
postguerra, y se plantean el reto de elaborar un nuevo concepto de filosofía,
el cual debe lograr someter el fenómeno de la vida a patrones científicos de
conocimiento. Se puede contemplar como una y otra vez surge la misma pregunta: ¿cómo
es posible aprehender genuinamente el fenómeno de la vida sin hacer uso del
instrumental tendencialmente objetivante de la tradición filosófica?
Heidegger da una respuesta tajante, es necesario suspender la primacía de la
actitud teórica y poner entre paréntesis el ideal dominante de las ciencias
físicas y matemáticas que impregna el quehacer filosófico desde Descartes a
Husserl (Escudero, 2011, p. 215)
La tarea de Heidegger da
como resultado un proceso lento y sistemático en el cual se entabla un
escrutinio de las verdaderas estructuras ontológicas de la vida humana, de tal
modo que queda reflejado en los diferentes y recurrentes análisis del tejido
ontológico de la existencia humana que Heidegger lleva a cabo en el transcurso
de la década de los años veinte. En 1919 nos habla de una ciencia originaria de
la vida, y para 1922 ya se especula y se establece esta ontología fenoménica de
la vida fáctica. En 1923 llega la acertada hermenéutica de la facticidad y
entre 1925 y 1927, una analítica existenciaria del Dasein, o como se ha
explicado antes, del ser-aquí.
En definitiva, está
hermenéutica de la facticidad desemboca en una exhaustiva investigación acerca
de las estructuras ontológicas del ser-aquí y que, metodológicamente, se
traduce en la filosofía hermenéutica de Heidegger. Existe una profunda
diferencia entre la hermenéutica de Heidegger y la fenomenología reflexiva de
Husserl, cosa que Heidegger se encarga de dejar en claro cada vez que puede. Y,
además, la fenomenología hermenéutica opera, por una parte, con el presupuesto
de la diferencia ontológica, y por otra establece la compresión como prioridad
sobre la percepción, poniendo así en juego una nueva noción de mundo.
Referencias
León, Eduardo Alberto. 2009. El giro
hermenéutico de la fenomenológica en Martín Heidegger. Polis [En línea], 22.
Publicado el 08 abril 2012, consultado el 08 noviembre 2020. URL: http://journals.openedition.org/polis/2690
Heidegger, Martín. 1999. Ontología,
Hermenéutica de la facticidad. Madrid, España. Alianza Editorial. P. 17-39.
Escudero, Jesús Adrián.
2011.El joven Heidegger y los presupuestos metodológicos de la fenomenología
hermenéutica. Thémata, Revista de Filosofía, número 44. Universidad
Autónoma de Barcelona. P. 210- 225.
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