El sentimiento de supremacía del hombre por sobre lo otro: bases míticas
Por Catalina Núñez Saballa
A medida que avanza la historia, es posible visualizar como la conservación de la Naturaleza se ha convertido en una urgencia debido a la modalidad en la cual se desarrolla la sociedad humana. Ante esta problemática, es substancial conocer el punto de vista de la filosofía en la búsqueda de directrices que permitan la conservación de la Naturaleza sin traspasar los límites delimitados para su explotación. Ante esto, se debe destacar que el hombre, a lo largo de la historia, no sólo a desplazado a la Naturaleza, sino que también afecta a otros géneros, razas y etnias.
En la sociedad actual es posible encontrarse de frente con un antagonismo entre el hombre y la Naturaleza, y en la dinámica de este dominio del hombre se ha originado la afectación indiscriminada de los recursos naturales, así como la contaminación del medio ambiente, lo cual ha derivado en un grave impacto sobre la humanidad (de modo actual y futuro), y es que el hombre se ha visto muy enfocado en el crecimiento y mejoramiento de la humanidad en un intento por superar todo tipo de límites y dificultades que se le presenten, creando de este modo una clara oposición frente a la estabilidad y límites propios de la Naturaleza, lo cual de por sí genera un problema, porque no es posible un crecimiento ilimitado por parte del ser humano en un mundo que claramente posee recursos limitados.
Ante dicha situación, se generó la creación de diversas organizaciones ecológicas preocupadas de dar cierta regulación al uso indiscriminado de recursos naturales por parte del hombre.
Además, se generaron corrientes de pensamiento enfocadas en la protección y perseveración de la Naturaleza, entre las cuales destacan la ecología utilitarista y la ecología profunda, puesto que éstas tienen por finalidad hacer de la Naturaleza y de los animales sujetos de derecho.
Frente a esto: ¿cómo fue que el hombre llegó a adoptar esta posición antropocentrista y humanista, adquiriendo un gran sentimiento de supremacía respecto a su relación con la Naturaleza y todo cuanto le rodea?
En la crítica que se le ha realizado a la ciencia moderna, generalmente se pueden identificar los conceptos de control y dominación, los cuales son indispensables para la generación del impulso científico. El hombre, según Keller, al tener a la Naturaleza al alcance de su mano, dispuso de ella con el fin de poder evolucionar, avanzar, crecer y desarrollarse en el espacio en el cual se encontraba desplegado, descubriendo en el camino metodologías que le llevaron a caracterizar una ciencia natural. Pero es a partir de la revolución científica y filosófica del siglo XVII que se ha ido formando y reforzando un modo determinado de concebir la ciencia que, por más que se ha intentado combatir desde muchos ángulos, por variadas razones sigue apareciendo aún más presente en la cultura del mundo contemporáneo.
La idea del progreso científico le ha hecho creer al hombre que el desarrollo y el crecimiento prevalece por sobre la Naturaleza, y por sobre los intereses de ciertas disidencias. Esto se debe a que el hombre esta totalmente convencido de que el conocimiento científico es algo que está en constante aumento y crece, es decir, que se actualiza mediante un proceso al que contribuyen una tras otra, múltiples generaciones de estudiosos. Además de que posee en sí mismo la certidumbre de que este proceso no queda nunca, en ninguna de sus etapas “completo”, siempre se puede ir más allá, descubrir nuevos métodos, nuevas formas, profundizar en lo desconocido y que se generen nuevos saberes.
La idea de progreso, el sentimiento y la acción de control y dominación por sobre la Naturaleza han llevado al hombre a pensarse y a significarse desde un antropocentrismo egocéntrico y desinteresado respecto a la Naturaleza y disidencias, imponiéndose de este modo una visión utilitarista de ellas.
El concepto de Naturaleza ha sido comúnmente visionado como una creación social del ser humano, y como tal, se encuentra en una relación dialéctica con los paradigmas de desarrollo. La idea de progreso concibe a la Naturaleza como todo aquello que está fuera del ser humano y, por ende, debe ser fragmentada y convertida en un recurso de utilidad. Como bien podemos evidenciar en lo escrito por Silvia Manzo en su artículo sobre Francis Bacon; aquí indica que el reconocimiento de esta relación dialéctica es justamente lo que abre posibilidades para visiones críticas extendidas respecto al desarrollo que la Naturaleza ha adoptado en virtud de la evolución del hombre, y es gracias a ello que requiere la elaboración de una teoría muchísimo más amplia respecto a su sustentabilidad.
El término dominio ha sido utilizado, muy a menudo, en expresiones como “el dominio del hombre sobre la Naturaleza” o “el dominio del hombre sobre el hombre”. Este término es ambiguo, pero es su misma ambigüedad la que lo hace adecuado para expresar diversas ideas, entre las que destaca la idea de poder. Si nos detenemos en la expresión de Nietzsche Wille zur Macht, sería posible apreciar que comúnmente se ha traducido como “voluntad de poder”, pero asimismo podría traducirse también como “voluntad de dominio”. Pero la idea de domino del hombre por sobre la Naturaleza se ha podido apreciar de manera más o menos explicita en cierta cantidad de mitos, en los cuales se le otorga al hombre el dominio o bien se le adjudica un castigo por haber arrebatado dicho dominio a los dioses.
Es posible admirar lo mencionado anteriormente en el mito de Prometeo, quien fue encadenado por haber robado de los dioses el fuego, principio de la “técnica”, y haberlo entregado a los hombres. Por otra parte, es posible identificar en uno de los pasajes más citados del Génesis (I, 26) la dominación del hombre sobre la Naturaleza a partir de la virtud del acto de la creación del hombre por Dios.
La Naturaleza se vuelve objeto de dominio en el sentido moderno desde el momento en que se presta a la matematización, como fue posible apreciar en Galileo y también en Descartes.
Cabe destacar que fue el dinero el que permitió la creación de equivalencias imaginarias entre las cosas, frente a lo cual se originó una aritmética creadora de “espacios abstractos” que se encargaron de realizar “la equivalencia de los no equivalentes”. Entonces, no fue necesario esperar a Galileo y a Descartes para matematizar las cosas y su valor. En el momento en el que se creó la moneda, se creó la “matematización” de la sociedad y todo lo que el hombre consideraba de su propiedad.
Frente a esto, la Naturaleza se convierte en una canasta de recursos que pueden ser extraídos y utilizados, los conceptos sobre la Naturaleza tienden al cambio de manera sustancial debido a la irrupción de la teoría darwiniana de la evolución, los avances en zoología, botánica, y los primeros pasos de la ecología como ciencia.
Todas estas manifestaciones son consideradas hijas de la ciencia renacentista, y por ello es que persisten en la visión cartesiana de la máquina. Se debe destacar el hecho de que la ciencia y la tecnología se convierten en los principales instrumentos del desarrollo, por lo cual se da origen a una visión economicista del desarrollo del hombre y un sentimiento de poder.
El poder busca controlar y dominar a los hombres y a las cosas, esto es, la geografía política, la población, el territorio y los recursos. Esto, para Bacon, consistía en el dominio de la Naturaleza de acuerdo al designio divino, e indica que Antes de la Caída, el hombre ejerció su soberanía por sobre todas las creaturas inferiores a él, sin tener ninguna necesidad de aumentar su poder, a diferencia de los ángeles, quienes eran simplemente ministros y estaban exentos de actuar como soberanos.
Toda la Naturaleza estaba a sus pies y, por tanto, le eran por completo innecesarios el esfuerzo y el trabajo para obtener su sustento vital. Esto quiere decir que las concepciones de dominio y poder del hombre por sobre la Naturaleza habían sido concebidas desde mucho antes, en las Sagradas Escrituras. Para éste filosofo, la transgresión, en definitiva, no consistió de manera estricta en el conocimiento de las preceptivas morales, sino que se orientó hacia el conocimiento de su fundamentación, de aquello que define el bien y el mal. Aquí subyace una inspiración académica de conocer los principios fundamentales de la moral, la cual recae en la pretensión del hombre en convertirse en su propio legislador moral, y con esto, despreciar las normas divinas.
Después de la Caída, se realizaron cambios relevantes en la Naturaleza, las cuales corresponden a la relación del hombre con el resto de los seres vivos. Las creaturas de Paraíso siempre tuvieron por finalidad servir al hombre, lo mencionado anteriormente era la causa final de toda creación, el servicio y la utilidad para/con el hombre. Sin embargo, una vez se vio introducida la corrupción en el mundo por obra de su propio soberano, la mansedumbre se transformó en rebeldía y resistencia frente a sus mandatos. Este cambio adverso para el reino humano se ha venido manifestando en cierta degradación de las distintas causas que pueden distinguirse en la Naturaleza: el material, la formal y la eficiente.
Ahora bien, la exposición de la Caída de las causas eficiente y material, generalmente han sido tratadas en dúo por Bacon, y aparecen muy claramente en sus interpretaciones alegóricas.
No sólo hizo uso de textos bíblicos para entender la ciencia entre la historia del hombre y la Naturaleza, sino que también usó a diversos mitos, como el de Pan y Cupido, el cual representa la existencia de tensiones entre fuerzas opuestas en la Naturaleza postlapsaria . Esta dinámica simboliza los rodeos de la materia degradada y la retardación de sus movimientos primigenios, lo cual llegó a manifestarse también en la causa formal.
La Naturaleza perdió su claridad con el hombre, de la misma manera que sucede a veces con las leyes civiles defectuosas, en donde la oscuridad, la ambigüedad y la irregularidad forman ahora parte del mundo objetivo.
Pero este mundo objetivo se ha construido bajo un imaginario que representa una conspiración invisible de científicos y de filósofos masculinistas que gozan de laboratorios y de abundantes subvenciones, ¿y qué pasa con las otras? qué pasa con aquellas que están fuera de dichos círculos, en donde se prohíbe no tener un cuerpo o poseer un punto de vista o un prejuicio en cualquier discusión. El dominio y el poder por sobre la Naturaleza también abarca la naturaleza femenina, el hombre en su masculinidad y antropocentrismo se ha hecho cargo del mundo de manera colectiva.
Las Ciencias y la tecnología han puesto al alcance de todos, un poderoso argumento construccionista social en torno a temas del conocimiento, específicamente los científicos, y en estas seductoras y privilegiadas posesiones no es posible admirar una perspectiva interna global, ya que todos los esquemas que limitan el conocimiento se ven teorizados y representados como actitudes de poder y no como actitudes que busquen la verdad. Por lo tanto, desde una perspectiva construccionista el hombre ha seguido siempre un patrón de enorme interés relacionado a un propósito de objetividad y de método científico. El género, la raza, el propio mundo, todo y todos parecen ser efectos creados para escurrirse en el juego de los significantes dentro de un terreno de fuerzas cósmicas, un terreno que siempre desemboca entre juegos de dominio y poder para/con y bajo el interés del hombre.
Es curioso cómo es que a partir de Bacon se creó la imaginería masculina del dominio, la cual este filósofo usaba característicamente para describir la relación de la mente con la Naturaleza. En resumidas palabras, Bacon indica que la postura más adecuada para que la mente tenga segura recepción de la verdad y la concepción de la ciencia es a través de una mente pura, limpia, sumisa y abierta, por ende, solo se puede parir una ciencia masculina y viril. La transformación de la mente femenina a masculina es explícita en la estructura de su obra. El hombre dominó no sólo a la Naturaleza, sino que se encargó también de dominar la femineidad y transformarla a su antojo.
Ahora bien, Bacon estipuló con suma claridad que el conocimiento, sin duda alguna, nos proporciona poder, pero también nos proporciona entendimiento, es decir, la forma distintivamente humana de descubrir conexiones en el mundo.
El poder está presente en cada ámbito de la vida humana, en la sexualidad, en las relaciones interpersonales, en el trabajo, en las escuelas, todo trata sobre el poder. En definitiva, el poder es central para el desarrollo emocional de varones y de mujeres, en la cual se dan además relaciones de dominación. Más allá de esto, el poder es la manera que tiene el hombre de relacionarse con el mundo que le rodea y obviamente ejercerá poder sobre los entes que no pueden decir nada al respecto, que no pueden protegerse, no pueden debatirle ni defenderse, esto es, la Naturaleza.
Las feministas insisten en que se logre una mejor descripción del mundo; no basta con solo mostrar la contingencia histórica radical, y los modos de construcción para todo. Las mujeres se encuentran perversamente en conjunto con el discurso de muchos científicos practicantes que, cuando todo se ha dicho y cuando todo se ha hecho, creen estar describiendo y descubriendo cosas mediante sus construcciones y sus argumentaciones. Frente a esto, Evelyn Keller ha insistido mucho sobre este asunto fundamental. Los feminismos buscan un proyecto de ciencia que ofrezca una visión más adecuada, rica y mejor, en vista de vivir bien en relación crítica y reflexiva con nuestras prácticas de dominación y con las de otros, y con las partes desiguales del privilegio y de opresión que configuran todas las posiciones.
El problema aquí es cómo lograr simultáneamente una versión de la contingencia histórica radical para todas las afirmaciones del conocimiento y los sujetos conocedores, una práctica crítica que sea capaz de reconocer las tecnologías semióticas de ellas para lograr significados y un compromiso con sentido que consiga versiones fidedignas de un mundo real, que pueda ser parcialmente compartido y que sea favorable a los proyectos globales que tienen en su mira la abundancia material adecuada, lo cual, en pocas palabras, trae consigo sufrimiento y felicidad limitada.
Como bien indica Dona Haraway, las Ciencias Naturales, Sociales y Humanas han estado siempre implicadas en esperanzas sobre cómo la ciencia se ha tratado siempre de una búsqueda de la traducción, de la convertibilidad, y de la universalidad, la cual es en términos simples corresponde a un reduccionismo. El hombre al sentirse y saberse la primera creación de Dios, al saber que el mundo fue creado para su disposición y la mujer fue creada a partir de su costilla, significó su existencia y su vivir bajo la idea de que el mundo fue construido para suplir sus necesidades, de que lleva a cabo su existencia en un plano que no es más que un canasto lleno de frutos para su disfrute. Ésta es la fantasía en la cual el hombre se desenvuelve y se despliega.
La inmortalidad y la omnipotencia nunca ha sido su fin, sin embargo, el dominio y el poder sí lo son, y se han utilizado variadas maniobras de poder, juegos agonísticos de retórica o de arrogancia científica y positivista para aplicarlo. Esto se utiliza tanto en las Ciencias exactas, como en las Naturales, las Sociales y en las Humanas.
Pero, ¿Qué sucede realmente con los subyugados? Aquellos subyugados que el hombre se encargó de dejar fuera. Éstos subyugados también tienen sus visiones, las cuales son bastante prometedoras. Los puntos de vista de los subyugados son preferibles porque parecen prometer versiones transformadoras más adecuadas, sustentadas y objetivas del mundo.
Pero cómo se puede mirar desde abajo es un problema que requiere al menos tanta pericia como con los cuerpos y con el lenguaje, así como también con las mediaciones de la visión, esto quiere decir se debe tener en cuenta el problema de las más altas visualizaciones técnico-científicas. Ahora bien, esto sucede también con aquellos subyugados que ni siquiera poseen lenguaje, y son los mencionados anteriormente, aquellos con visiones prometedoras, quienes se encargan de velar por ellos.
Ahora bien, el hombre se ha encargado de fragmentar un Yo, representa un Yo dividido y contradictorio. Esta división debería tratar de multiplicidades heterogéneas que son simultáneamente necesarias e incapaces de ser apiñadas en niveles isomórficos de listas acumulativas. Este constructo debe ser parcial en todas sus facetas, nunca terminado, total, dicha dimensión debe ser construida y remendada de manera imperfecta, pero objetiva.
Si bien en la actualidad se han incluido ciertas minorías en el ámbito científico, la evidencia demuestra que los primeros valores que fueron articulados por científicos modernos conllevaron a la promoción de un tipo de conocimiento que desembocó en el dominio y control de la Naturaleza. Se sabe que estos valores lograron definir el éxito en la ciencia, frente a lo cual también se podría llegar al acuerdo de que otros valores diferentes no hubiesen tenido el mismo éxito en la misma medida. La ciencia, tal y como la conocemos, se desarrolló sólo una vez en la historia de la humanidad, pero la acción de ciencia constituye en gran medida una contradicción en sus propios términos.
Mediante un profundo análisis respecto a los debates que prosiguieron mucho después de que la alquimia del Renacimiento dejará de ser un contrincante viable para la Ciencia, Evelyn Keller, llegó a reflexionar y a entender las presiones selectivas que ejerce la ideología en general, centrándose particularmente en la ideología de género, respecto a la comparación entre visiones diferentes de la ciencia. Muchas presiones formaron parte del proceso que logró transformar una tradición pluralista bastante compleja en una retórica monolítica que se encargó de encubrir, oscurecer y a menudo distorsionar una amplia diversidad en la práctica de las ciencias.
En la sociedad actual, la dominación de la Naturaleza puede ser vista como una alienación que se agrava constantemente, y como la única garantía ideológica que justifica dicha alienación social y, sin embargo, no existe una dialéctica como tal, sino que se embarca en una unilateralidad comprendida históricamente por ciertos grupos de vanguardia. Y es que plantearse el problema del dominio del hombre por sobre la Naturaleza, supone preguntarse un ¿para qué? y, sin embargo, este planteamiento necesariamente se corona en un dominio, es que no puede prescindir de él. Una cuestión que sólo descarta una respuesta un poco burda: “que el hombre se atiborre de productos”.
La dominación edificante inscrita en el origen mismo de la economía capitalista, sin embargo, lleva a los recursos naturales al límite y va creando sus propios sepultureros. ¿Y para qué?, nuevamente la pregunta, y es que se amplía la supervivencia del hombre en el tiempo y en el espacio, pero ya no puede vivir más. La Naturaleza y la femineidad se han convertido en adversarios del hombre, y es por ello que para el hombre el dominio y el poder sobre ellas se ha vuelto tan emocionante.
La evolución de la historia y su relación directa con la Naturaleza y el género femenino se basó en las diferencias de los sexos y achacó la mera biología, una vez fueron desplazadas y manipuladas, la idea del hombre como señor y propietario del mundo que le rodeaba tomó vida propia, vida que se vio sustentada por poderosas fuerzas culturales y psicológicas, ya que logró sexualizar un proceso de pensamiento y se invocó a este mundo el inevitable y enorme mundo que corresponde a los afectos.
Pero la naturaleza del problema sigue siendo la misma, ya que al buscar una explicación a los orígenes y persistencia de este mito se nos está dirigiendo hacia los procesos por los que se desarrolla la capacidad del pensamiento científico, y las formas en las cuales estos procesos se entrelazan con el desarrollo emocional y sexual del hombre. Ahora, esto va mucho más allá del sentimiento de dominación y poderío por sobre la Naturaleza, ya que se ha demostrado que no solo el mundo Natural se ha visto afectado por los deseos profundos del hombre, sino que también se vio afectado este otro, al cual se le dejó fuera del campo de las Ciencias durante mucho tiempo y que derivó al nacimiento de un escenario que se apoya en las perspectivas de quienes han sido subyugados.
Como bien se ha mencionado anteriormente, el sentimiento de supremacía del hombre, en su género y en su contexto, se ha pensado por diversos filósofos y filósofas.
Frente a esto, se ha buscado el desarrollo de una objetividad universal, por así decir. Pero el marco de desarrollo del ser humano está cargado de un intenso conflicto emocional, de una intensa significación y re significación de quiénes son y cuál es el lugar que les corresponde en este mundo, significaciones que se han pensado desde siempre a partir del género, pensando al hombre como un ser fuerte, autónomo y capaz de construir lo que sea necesario con las materias que tiene a su alcance a fin de evolucionar y sobrevivir, mientras que al género femenino se le designó un papel secundario, en el cual se le ha significado como un ente débil pero necesario, dependiente y útil del mismo modo que lo sería una herramienta. Ahora, para qué hablar de la Naturaleza, este simple canasto de compras del cual el hombre puede sacar lo que necesite y usarlo para lo que necesite, para qué hablar de la Naturaleza, que ni siquiera puede dar pelea ni defenderse a sí misma.
Todo esto parte del desarrollo emocional y cognitivo que ha tenido el hombre desde el principio de los tiempos, primeramente, en las Sagradas Escrituras, siendo el protagonista de ellas, siendo el personaje central y el más importante en los mitos, siendo el único actor en la evolución de las Ciencias, adjudicándose este lugar en el mundo desde el principio de los tiempos, dejando a un lado al género femenino, dominándolo, y dominando además a la Naturaleza que le rodea.
El concepto dominio ha sido utilizado en muchas discusiones acerca del origen y legitimidad del poder, especialmente del poder político, el cual curiosamente también ha sido monopolizado por hombres. Las funciones de dominio, autoridad y poder han estado estrechamente relacionadas entre sí y a veces se han encontrado funcionando como si fuesen intercambiables.
El sentimiento de dominio y de poder del hombre ha ido transformándose y reestructurándose, pero aún no lo suficiente para llegar a una objetividad heterogénea, sin distinción de género, razas o etnias, y mucho menos se ha transformado en vistas de la protección y regularización de la Naturaleza de la cual se han estado aprovechando desde los primeros momentos de su historia. Y se recalca la palabra “su” porque, si bien el hombre ha denominado a la historia como “la historia de la humanidad”, siempre se ha centrado a sí mismo como el fundador, salvador y emancipador de todo aquello que le rodea, además de denotar dicha historia con el color Blanco y geolocalizada en casi siempre en algún lugar de Occidente.
Bibliografía:
Keller, E. (1991). Reflexiones sobre género y ciencia. Edicions Alfons El Mágnamin. Valencia, España. P. 35-92
Ferrater Mora. (2018). Diccionario de Filosofía de Bolsillo. “DOMINIO”. Alianza Editorial. Madrid, España.
Haraway, D. (1991). Ciencia, Cyborgs y Mujeres. Ediciones Cátedra, S.A. Madrid, España. p. 315-347
Manzo, Silvia. (2004). Francis Bacon: la ciencia entre la historia del hombre y la historia de la naturaleza. Cronos, 7 (2). P. 277-346
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